Cuento: Un vínculo que trasciende fronteras - Pocas pistas y una esperanza (5to Capítulo)
Esa noche, Mateo y su papá recibieron una gran noticia: la madre había decidido unirse a la aventura y logró viajar a España para reencontrarse con ellos. No solo llegó con la alegría del reencuentro, sino también con una pista obtenida en Buenos Aires. Según descubrió, el padre de Sofía era comerciante y había hecho negocios con un empresario con sede en España, pero también en otros países como Italia, Francia y el Reino Unido. Eso significaba que Sofía podía estar en cualquiera de esos lugares.
Pero la gran pregunta seguía en pie: ¿por qué se habían marchado de manera tan repentina, sin dejar rastro alguno? Si todo se debía a asuntos laborales del padre, ¿por qué cortar toda comunicación? Esos interrogantes atormentaban la mente de Mateo. Algo extraño se escondía detrás de esa historia.
Tras dos días de descanso, esperando a que la madre de Mateo se instalara, la familia decidió organizarse. Tomaron nota de cada detalle y prepararon una lista de pasos a seguir en la búsqueda. Primero, se comunicaron con las embajadas de los países donde había indicios. También consultaron en aeropuertos, estaciones de trenes, terminales de micros de larga distancia e incluso servicios de remises, pero no encontraron registro alguno de Sofía ni de su familia como pasajeros.
El siguiente paso fue llamar al colegio al que Sofía asistía. Allí solo les informaron que, después del receso escolar, la joven nunca volvió a clases y que su matrícula había quedado en suspenso. Como en España la educación es obligatoria hasta los 16 años, y Sofía ya había cumplido esa edad, el colegio no estaba obligado a notificar nada más.
Al ver que todas las vías accesibles habían quedado agotadas, decidieron dar un paso más: acudir a la policía. Era algo que desde el principio habían querido evitar, pues temían que una denuncia pudiera perjudicar a la familia de Sofía. Sin embargo, la incertidumbre, sumada a la situación en la escuela, los convenció de que había llegado el momento.
En la comisaría, la espera fue larga. Pasaron más de dos horas sin que les tomaran la denuncia. Les dijeron que debían aguardar al jefe de la seccional, lo cual al padre de Mateo le resultó extraño: ¿por qué la máxima autoridad se ocuparía personalmente de un caso así?
Cuando finalmente llegó, el jefe pidió que les sirvieran café en su oficina e invitó a Mateo y a su padre a pasar. Una vez dentro, les confesó que la desaparición de la familia de Sofía ya estaba en investigación. Les recomendó regresar a Buenos Aires, asegurándoles que, de haber novedades, se las comunicarían.
Mateo, inquieto, intentó obtener más respuestas: quería saber qué había ocurrido, si Sofía estaba bien, ¿por qué ya existía una investigación?. Pero el jefe se limitó a decir que no podía brindar detalles, que se trataba de un caso reservado.
Padre e hijo salieron de la seccional desilusionados y con una sensación aún más pesada. Algo serio estaba ocurriendo y no podían resignarse a marcharse sin más. De vuelta en el hotel, le contaron todo a la madre de Mateo, que quedó impactada.
—¿Qué vamos a hacer, papá? —preguntó Mateo, con angustia en su voz.
El padre miró al suelo, sin respuesta. Sabía que quedarse podría significar entrometerse en la investigación y, peor aún, poner en riesgo a Sofía si aún seguía oculta en algún lugar.
Finalmente, tomaron una decisión difícil: regresar a Buenos Aires. Mateo no quería marcharse, sentía que abandonar España era como alejarse aún más de Sofía, pero debía obedecer a sus padres. Además, el padre tenía pendiente su situación laboral: había viajado con una licencia especial que no podía extenderse mucho más. Volver era necesario para reorganizar todo en casa, retomar el trabajo y, con más calma, planear un nuevo viaje en busca de respuestas.
Antes de volar, Mateo quiso pasar por la plaza del centro para ver el olivo que Sofía había plantado en honor a su amistad. Pero al llegar se encontró con una sorpresa amarga: el árbol ya no estaba, alguien lo había arrancado. Al principio, la tristeza lo invadió; sin embargo, enseguida se preguntó: ¿por qué alguien querría arrancar una planta que embellecía la plaza? ¿Y si había sido la propia Sofía, que de algún modo había regresado por él? Esa idea despertó en Mateo un presentimiento: Sofía estaba cerca, mucho más de lo que imaginaba. Esa esperanza suavizó su dolor y le permitió afrontar el viaje con el corazón un poco más en calma.
Continurá...
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