Cuento: Un vínculo que trasciende fronteras - Una imagen inesperada (6to Capítulo)
Mateo y su familia regresaron a Buenos Aires. Fueron doce horas de viaje en silencio: miradas cargadas de incertidumbre, preguntas sin respuesta. ¿Cómo seguir ahora? ¿Cómo volver a la rutina? Nadie lo sabía. Lo único seguro era que, si no había noticias de Sofía, tarde o temprano volverían a España para buscarla.
Con el paso de los meses, la vida fue retomando un ritmo forzado. El nombre de Sofía seguía presente en las charlas de la cena, aunque cada vez con menos fuerza, como un eco que se resiste a desaparecer. Allí cada uno aportaba lo que podía: una idea, una conjetura, un recuerdo. La madre de Mateo, en una de esas noches, comentó que había hablado con una tía de Sofía. Tampoco tenía noticias, pero mencionó algo inquietante: el padre de Sofía siempre estaba metido en negocios extraños, inversiones dudosas que terminaban en pérdidas. El viaje a España, recordó, había sido producto de una de esas promesas de gran negocio… aunque nunca nadie supo de qué se trataba.
En Buenos Aires, Sofía casi no tenía amigos. Su único lazo real era Mateo, más allá de Leti, una compañera de la primaria que de vez en cuando llamaba para preguntar si había novedades.
Fue un año largo y doloroso. El padre de Mateo se comunicaba con frecuencia con la seccional de España, pero siempre recibía la misma respuesta: “no hay novedades”. Mientras tanto, Mateo se sumergía en internet, buscando perfiles en redes sociales, rastros, una pista. Nada. Sofía parecía haberse evaporado.
Hasta que un día, Leti lo llamó con urgencia: —Tenés que venir a casa después del colegio. Es importante. El timbre de salida fue la señal para que Mateo saliera corriendo. Sabía que si Leti lo decía con esa voz, algo grande debía tener entre manos.
Al llegar, ella lo llevó directo a su cuarto. Encendió la computadora y le mostró una imagen que había encontrado en internet: una familia corriendo entre la multitud, en medio de la guerra de Medio Oriente. Entre humo, explosiones y caos, podían distinguir claramente a Sofía y a su familia. Mateo no podía creerlo. —¿Qué hacen ahí? —susurró—. ¿Cómo llegaron hasta ese lugar? Las preguntas se multiplicaban. ¿Qué tenía que ver esa familia, que hasta hacía poco vivía en España, con un país devastado por la guerra? ¿Qué negocio oscuro había arrastrado al padre hasta allí?
Mateo copió la imagen y corrió a mostrarla en su casa. Sus padres, al verla, se quedaron mudos: no había dudas, era Sofía. El padre de Mateo llamó de inmediato al jefe de la seccional en España. Esta vez la reacción fue distinta. Tras recibir la foto, el jefe guardó silencio unos segundos y luego confesó lo que nunca había querido admitir:
—Sospechábamos algo. El padre de Sofía estaba involucrado en negocios con grupos rebeldes de Palestina, traficando armas. Había una investigación en curso, pero la familia, para escapar de las autoridades, terminó engañada y llevada al corazón del conflicto. Nuestro objetivo es rescatar a la madre y a Sofía, pero necesitamos atrapar al señor para entregarlo a las autoridades.
El padre de Mateo colgó el teléfono con el rostro desencajado. Miró a su esposa y luego a Mateo con firmeza: —No podemos meternos más. Es peligroso. Nuestra vida también corre riesgo.
Mateo bajó la cabeza y se encerró en su cuarto. El silencio lo envolvió. Pero dentro suyo algo ardía. ¿Dejar todo en manos de la justicia? ¿Aceptar que Sofía quedara atrapada en una guerra que no le pertenecía? Cada noche, al cerrar los ojos, la respuesta se repetía como un susurro: Él mismo debía encontrar la forma de rescatarla.
Continuará...
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