La Antorcha encendida


Hoy quiero compartir un texto muy especial que me llegó al corazón. Fue escrito por una persona muy importante para mí, alguien que decidió volver a creer, a levantarse y a buscar su propia luz. 

Sus palabras son un testimonio de esperanza, de lucha y de fe.

Con su permiso, lo comparto porque creo que puede inspirar a muchos más.


La Luz de Mi Antorcha

Llevé una antorcha conmigo durante mucho tiempo. Cuando todo iba bien, su luz brillaba hermosa, cálida, firme. Pero de repente, me encontré en la oscuridad…

Allí mi antorcha no podía cumplir su función. No alumbraba, no entendía por qué. Solo veía cómo su fuego se consumía lentamente, sin oxígeno.

A mi alrededor aparecían puertas y ventanas, pero no me atrevía a abrirlas. El miedo, la inseguridad y la duda se habían apoderado de mí.

Hasta que un día tomé coraje. Decidí romper con ese miedo, llenarme de valor y atravesar una de esas puertas. Entendí que no debía resistirme, sino aceptar. Simplemente aceptar.

Hoy me siento bien. Mi mente está más clara, más lúcida. Puedo pensar, reflexionar, identificar mis caídas y mis logros. Me siento capaz.

He vuelto a dar luz a mi aprendizaje, a disfrutar mi tratamiento, a aprovechar cada espacio que gano. Vuelvo a reír, y esa risa nace desde el corazón, sin miedo.

A través de ella llegan las buenas ideas, las ganas sinceras, la calma interior. Ya no necesito esconderme: enfrento la ansiedad con nuevas herramientas, con fortaleza.

Me veo fuerte, con energía y esperanza. Estoy ganando serenidad y amor propio.

Cruzo mi propia trinchera en busca de la felicidad, uno de mis grandes objetivos: ser feliz y hacer feliz a mi familia.

Hoy me repito: creer en mí.

Creer que puedo cambiar, que cada paso, incluso el más difícil, forma parte de mi proceso.

Sostengo mi decisión, confío y me sostengo en la fe.

He aprendido que las caídas también enseñan, que no debo rendirme, que Dios me acompaña siempre.

Aprendo a soltar lo que no sirve y a recuperar lo que vale la pena.

Y cuando cierro los ojos y miro dentro de mi corazón, lo siento: vuelve a latir sano y fuerte.

Mi antorcha se ha encendido nuevamente. Su luz brilla con más fuerza que nunca, iluminándome a mí y a toda mi familia.

¿Cómo me veo mañana?: Me veo acompañando a mis hijos en sus actividades, proyectos y sueños.

Los veo disfrutar, crecer, confiar.

Veo a mi esposa feliz por verme bien, amándonos de nuevo como al principio.

Veo a mi madre y a mi hermano tranquilos y orgullosos,  compartiendo mi alegría.

Me imagino un gran futuro: dando clases de fútbol en un Colegio o en un Club, enseñando a los chicos a patear la pelota mientras se divierten, viendo en sus ojos el reflejo de los sueños que alguna vez fueron míos.

Veo una Navidad distinta, sin consumo, en familia, abriendo regalos, compartiendo risas y abrazos sinceros.

Veo mis lágrimas caer, pero esta vez son de emoción y agradecimiento, por haber logrado que mi familia esté feliz.

Veo a mis hijos durmiendo tranquilos, sabiendo que su papá está en casa. 

Tantas cosas lindas y momentos maravillosos puedo ver en mi futuro.

Hoy vuelvo a soñar, a creer. Creo que los sueños pueden hacerse realidad, que la palabra creer tiene un poder enorme.

Por eso hoy la elijo, la abrazo y la pongo en práctica:

Creer que puedo lograr algo es el primer paso para que suceda.

Juan Benavente


Reflexión

Don Bosco solía decir: “Basta que sean jóvenes para que los ame.”

Y ese amor —firme, paciente y esperanzado— era una antorcha que nunca se apagaba, incluso en los momentos más oscuros.

Así como en este relato, también nosotros a veces sentimos que la luz se apaga, que el camino se vuelve incierto y que el miedo nos paraliza.

Pero Don Bosco nos enseña que siempre hay una llama viva dentro del corazón, esperando volver a encenderse con la fe, la confianza y el amor.

Encender nuevamente nuestra antorcha no es solo un acto de valentía, sino también un gesto de fe en Dios y en los demás.

Porque cuando la luz vuelve a brillar en uno, también ilumina a los que están cerca: la familia, los amigos, los jóvenes que necesitan esperanza.

Que nunca dejemos de creer, de soñar y de caminar con alegría, aun en medio de la oscuridad.

Como decía Don Bosco:


“Camina con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo.”


Que la luz de nuestra antorcha siga guiando nuestros pasos… y los de quienes amamos.







Comentarios

  1. Gracias por tan fuertes palabras! Que sigan siendo luz y guía en el camino de otras vidas oscurecidas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Santa Catalina "De raíces profundamente salesianas: historia y legado de una obra que transforma vidas"

Cuento: Un vínculo que trasciende fronteras - Amistad verdadera (1er capítulo)

La Porteria Salesiana: nido de historias compartidas